viernes, 18 de septiembre de 2009

Reseña Cultural. World Press Foto

Jorge Castell. Sábado 5 de septiembre de 2009. Museo Franz Mayer. Entrada 70 pesos, 35 a estudiantes.
Tenía mis reservas respecto a entrar a una exposición fotográfica. Si bien reconozco que la fotografía no carece de composición estética, que se requiere destreza y habilidad para tomarla, su consabida virtud para capturar lo que al ojo humano se le escapa, en lo personal, nunca me ha logrado transmitir la emotividad ni la sinceridad que otros tipos de composición estética y plástica me transmiten. Estaba a un paso del lugar, y mi bella acompañante quería verla. No me negué. Crisis era el tema. Pero no solamente “crisis” como “crisis económica” que por lo regular solemos entender, sino también crisis “como terremotos, tormentas, conflictos políticos, etc.”, advertía la exposición al público. “¡Crisis!”, pensé, “alguien con un adecuado marco teórico podría fotografiar una calle o camino cualquiera, personas de por doquiera se encuentren regadas en el mundo, un balón de futbol en buenas o malas condiciones, un auto, una televisión, el agua, niños jugando, un recién nacido, vaya, lo que sea, y explicar porqué está retratando la crisis”. El tema me llenó de expectativa, misma que desaparecía mientras recorría el patio interior de la vieja casona. A cada fotografía o juego de las mismas correspondía una explicación. Las explicaciones atendían meramente el aspecto particular de la fotografía sin su resonancia en el conjunto social ni la resonancia del conjunto social sobre la particularidad de aquello que capturaban. Así, una “maja desnuda” se convertía en “una prostituta dominicana de 12 años de edad que sufre mucho y mucho”, se leía. O, en otro caso, una tiendita en China con un altar a una televisión que transmite las Olimpiadas de Pekín es solamente eso y no el reflejo de una descomposición –recomposición social. Los conflictos campesinos de las tribus Massai pasan de la realidad al negativo, imprimiéndose simplemente como una bola de africanos armados de arco y flecha indignados por un resultado electoral. Desde luego, las fotografías eran muy buenas. Un joven africano estudiante de moda -¡maravillosa!- , retratos de los conflictos bélicos en el Cáucaso, etc. Pero ninguna de las fotografías expresaba el trasfondo crítico de la sociedad entera. Curiosamente, no había fotografías respecto a la relación entre México y Estados Unidos. Más aún, relativo a “la crisis actual del capitalismo”, sólo había un par de fotografías consecutivas de la bolsa de valores de la ciudad de Nueva York mostrando a los corredores de bolsa cruzados de brazos viendo impotentes las graficas de cotizaciones desplomarse. ¿Ello basta para comprender la crisis? ¿Es suficiente la crudeza de una foto periodística para entender la triangulación de las relaciones sociales que deviene en crisis? La objetividad de la que padece la fotografía periodística le impide interpretar el mundo y tan sólo se limita a capturarlo. Carece de la subjetividad necesaria para trascender a la imagen e interpretar la realidad. Hablar de la crisis requiere ser crítico y no meramente informativo. En resumen, se trató meramente de un trabajo foto periodístico. Informativo y monológico. Escasamente culturalizante.
La exposición fue levantada al día siguiente. Desconozco en que tierras esté hablando ahora de la crisis con tan doctas e ilustradas palabras.

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